Alma querida, ayúdame a ayudar a la Iglesia mostrándola tal cual es y Dios la quiso en su pensamiento divino

La Iglesia es muy desconocida. El misterio esplendoroso de Dios viviendo con nosotros y nosotros con Dios, por Cristo, en el regazo de María, queda como oscurecido por la superficialidad de la mirada humana, que no acierta a ver en la Iglesia el rostro resplandeciente de la divinidad, como no lo vio en Cristo durante sus treinta y tres años.

Es necesario que los hijos de la Iglesia, todos unidos «en un mismo sentir y en un mismo pensar» nos repletemos y vivamos de su grandeza, para presentar ante el mundo su verdadero rostro. Y así todos vengan atraídos a su seno de Madre, donde Dios los espera para vivir en familia con ellos.

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